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“Escribir un cuento es un ejercicio de relojería”: Roberto Rubiano Vargas

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Uno de los cuentistas colombianos más destacados, Rubiano es fotógrafo, guionista, docente y novelista.

Además de ser uno de los cuentistas colombianos más destacados, Rubiano es fotógrafo, guionista, docente y novelista. También ha sido jurado en concursos de cuento, su género favorito.

Hay tres conversaciones que Roberto Rubiano Vargas tiene con la escritura: el cuento por su perfección y precisión; la novela negra por ser un vehículo narrativo de alta velocidad y una manera de mirar la realidad; y la literatura juvenil porque permite estar en contacto con lectores inmediatos que a su vez inspiran nuevas historias.

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DC: ¿Cuáles son sus premisas sobre la escritura del cuento?

Concebir un cuento es tan exigente como concebir una novela. Es un ejercicio de relojería, un trabajo minucioso. El buen relato no admite una palabra que sobre o que esté mal puesta. Por otra parte, pese a que el personaje del cuento es alguien a quien ya le pasó todo lo que le iba a pasar, y durante la lectura vemos el momento de crisis en el que eso ocurrió. En otras palabras, el personaje es el cuento y el cuento es el personaje.

DC: De sus cuentos, ¿cuál es su favorito?

Los papeles de Juan de la Cuesta siempre me ha producido mucha satisfacción porque reúne muchas de estas caras y condiciones de lo que yo considero que es un cuento. Es un homenaje a Miguel de Cervantes, una historia que vi y viví en Quito: la aparición de un ejemplar bastante antiguo del Quijote.

DC: ¿En qué momento de su vida escribió ese relato?

El cuento surgió cuando vivía en Ecuador, pero la mente la tenía en Bogotá. En ese periodo escribí los cuentos bogotanos en una secuencia de libros que hice, como El informe de Gálves y otros thrillers, Vamos a matar al dragoneante Peláez y Necesitaba una historia de amor.

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DC: ¿De dónde viene su fascinación por la novela negra?

Llegué a la novela negra tardíamente. En ese momento, aproximadamente 1977, nadie leía ese género en Colombia. Tenía un par de amigos argentinos, uno de ellos era un lector entusiasta y me regaló mi primer ejemplar de El simple arte de matar, de Raymond Chandler, edición Novaro de México, 1956. Fue un descubrimiento y a partir de esa lectura empecé a leer todo.

DC: ¿Cómo define el género negro?

No defiendo el formato clásico de detective/crimen/sangre, sino una narración donde estos elementos arrastran al lector hacia la profundidad de la naturaleza humana. El género negro es una manera de mirar la realidad. El primer libro de género negro con el que yo levanté mi bandera de pirata, con una calavera y dos tibias cruzadas, fue El informe de Gálvez y otros thrillers, título que dejaba claras mis intenciones.

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DC: ¿Cómo llegó a la novela juvenil?

Cuando publicaba con Carlos Valencia Editores, Margarita Valencia, que es una de las impulsoras del género en Colombia, me propuso escribir algo para niños y me pareció un reto. Como estaba interesado en el género negro, decidí hacer una novela negra para niños. Siguiendo la saga de las novelas policíacas, donde el personaje se repite, las tres primeras novelas son sobre Felipe Marlo en distintas situaciones, básicamente en el mundo de la imaginación. Son historias donde hay malos, conflictos, resoluciones y finales felices.

DC: ¿Qué escribe actualmente?

Siempre tengo varios proyectos en la mesa. Acabo de terminar una novela, estoy corrigiendo otra y escribiendo un libro de cuentos que narra algunos momentos claves de mi vida, en los cuales el protagonista se llama Roberto Rubiano Vargas. Pero no son cuentos a la manera de Fernando Vallejo, que inventa un Fernando Vallejo literario. En mi caso procuro que la trama que me suministró la realidad sea la que dicte los acontecimientos que me afectaron y transformaron algunos momentos de mi vida. Yo me limito a ordenarlos aprovechando mi experiencia con el cuento.


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