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El pabellón de la abundancia

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La Plaza del Siete de Agosto.

Desde menjurjes para la buena suerte y más de doscientos jugos para curar enfermedades hasta frutas y verduras que sorprenden por su brillo y tamaño. Así es la Plaza de Mercado del Siete de Agosto.

Por: María Antonia León

En los años cincuenta, la Plaza del Siete de Agosto se estableció en un terreno donado por Nemesio Camacho, el mismo que donó parte de sus propiedades para la construcción del Estadio. Para entonces, eran los mismos campesinos quienes viajaban a Bogotá para vender lo que trabajaban en sus tierras.

En sus inicios, la plaza estaba delimitada por un blanco alrededor y no tenía ningún techo. Los comerciantes se acomodaban con sus propios toldos y chozas para vender frutas, verduras, granos y animales provenientes de Cundinamarca y Boyacá.

Luego del incendio que la plaza sufrió en los años setenta, se hizo la construcción que se mantiene actualmente. Con 275 puestos de venta, esta es una de las plazas más completas y dinámicas de la ciudad: hay secciones de artesanías, frutas y verduras, plantas y yerbas, carnes, negocios de ensaladas y jugos, graneros y restaurantes.

Plaza

Una vida en la plaza

Hace cuarenta y cinco años, José Custodio Reina empezó con un negocio de víveres y abarrotes, pero con los años ha tenido que renovar la mercancía. “Afuera hay mucha competencia con los supermercados y autoservicios. Víveres como el arroz, el azúcar y la sal casi no se venden en esta plaza. En mi caso tuve que vender otras cosas porque hay que ponerle ritmo al negocio”, asegura.

José

Actualmente don José vende concentrado para perros, gatos y conejos, además de granos especiales, como semillas de chía, quinua y amaranto, y especias de cúrcuma, paprica y cuatro calidades de pimienta. También ofrece boldo, flor de Jamaica, canela y condimentos de diferentes tipos.

“Me ha ido muy bien en la plaza porque la clientela es de primera. Vienen muchas personas distinguidas a comprar gracias a que se ofrece comodidad de precios y artículos de primera calidad”, explica el negociante.

Tamaño y frescura

Una de las principales características de la Plaza del Siete de Agosto es la calidad de los productos que se venden. Las frutas y las verduras brillan como si hubieran sido lustradas antes de ser exhibidas. Fresas, aguacates, mangos, manzanas y bananos ofrecen un paisaje de colores encendidos.

“Lo mejor de la plaza es la frescura. Todo lo que se vende llega a diario, mientras las grandes cadenas tienen que tener los productos refrigerados para que se puedan conservar”, asegura María Bohórquez, quien lleva doce años trabajando en la plaza y tiene un puesto de frutas y verduras en el área central. “Me gusta conversar con los clientes y brindarles la mejor atención. Siempre se van con sus buenos regalos”, continúa.

Maria

Innovaciones e invenciones

Entre las curiosidades se pueden encontrar puestos de jugos con una característica particular: no solo venden las clásicas bebidas hechas de frutas, sino que las combinan con otros ingredientes como verduras, frutos y cangrejos que, de manera cruel, arrojan vivos a la licuadora para hacer los famosos berraquillos. La práctica, que daría para una protesta contra el maltrato animal, se mantiene porque hace parte de la idiosincrasia chocoana que llegó hasta estos lares.

Julia

Julia Romero tiene un negocio que fue el resultado de poner en práctica los secretos que su familia ha conservado por varias generaciones, una práctica denominada “jugo-terapia”. “Tengo más de doscientas recetas para curar enfermedades por medio de estas bebidas. Ofrezco berraquillo, súper-berraquillo, arrechón y bomba, así como jugos para la gastritis, el colon irritable, la migraña, el colon, la diabetes, etc. He investigado mucho para fabricarlos”.

Para completar esta fase refrescante, la plaza cuenta con una zona de restaurantes en el segundo piso que es famosa por la buena sazón de las comidas. Los caldos de costilla y pescado reciben el apodo de levanta-muertos, y para el almuerzo se ofrece una variedad de platos típicos.

La meca de los canastos

En los pasillos de artesanías se pueden conseguir todo tipo de accesorios y utensilios para el hogar. Los voluminosos canastos de mimbre, junco y plástico les dan la bienvenida a los visitantes. También se consiguen parrillas, asadores, ollas de barro, velas y cucharas de madera que van desde enormes cucharones del tamaño de una tasa de sopa hasta miniaturas.

Alfredo Moreno tiene un puesto de artesanías para el hogar, donde vende escobas, cepillos, molinillos, ollas de aluminio y otros productos. “Mis padres tuvieron negocios en la plaza desde los inicios, fueron unos de los pioneros. Mi papá trabajó sesenta años aquí, y ver su legado me inspiró a tener mi propio puesto. Anteriormente las artesanías eran diferentes, lo que yo veía de niño eran ollas y materas, pero ahora se encuentran otras cosas”, asegura.

Alfredo

Entre los puestos misceláneos, existe uno que otro dedicado a la venta de velones, plantas, yerbas y ungüentos para curar algunos males. Está el “Terminator”, para combatir piojos y liendres; los riesgos y despojos de limpieza china; el Llama clientes; el Saca sal; el Quita hechizos para las penas de amor; y el Sígueme buena suerte, descrito en el frasco como un “producto de simple curiosidad”.

En perspectiva, se trata de una plaza donde se pueden encontrar productos de todo tipo, desde aquellos que constituyen la canasta familiar, hasta los objetos más curiosos para la casa. Esperanza Rincón, quien trabaja en un negocio que lleva sesenta años, lo describe así: “Es un ambiente bonito, se conoce mucha gente, se consigue de todo y mucho más económico que en otros sitios. La abundancia que se ve aquí es una bendición de Dios”.

Esperanza

Evento: Los miércoles son los días de promociones y descuentos. La jornada, denominada Pida la ñapa incluye combos desde $1.000 en fruver, cárnicos, lácteos, yerbas, artesanías, flores, restaurantes y fruterías.

Cuándo: todos los miércoles de 7:00 a.m. a 4:00 p.m.

Dónde: Calle 66 No. 23-20

 


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