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Cuando el corazón no deja de mucitar palabra, no queda de otra que dedicar a Velandia

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Cada que escucho música de Edson Velandia en el cine, se me olvida la película, cosa distinta le pasa a él, pero me dedico a cerrar los ojos y simplemente escuchar.

Por: Iván Darío Hernández Jaramillo

Cada que escucho música de Edson Velandia en el cine, se me olvida la película, cosa distinta le pasa a él, pero me dedico a cerrar los ojos y simplemente escuchar. Edson es la voz del corazón melancólico, de la recocha catártica, la voz de la rebeldía enamorada, del deseo callejero. Si vio usted La sociedad del semáforo, o Pariente, fijo ya sabe quién es Edson Velandia. Si tuvo usted una tusa reciente y dedicó Errante y Bye Bye, definitivamente sus sonidos ya viven en sus lágrimas. Aquí hablamos un rato con él.

DC: ¿Cuándo y cómo fue que iniciaste tu relación musical con el cine?

A mis 16 años vi la película Rodrigo D. No futuro de Víctor Gaviria. Esa película me metió en el cine; desde entonces estudio, leo y veo cine a la par con la música. Siempre he estado metido en esos dos mundos de alguna manera. En esa misma época, como en 1992 y 1993, escribí y dirigí un largometraje que rodamos en Piedecuesta con una cámara Handycam. Se llamaba Todo por la yuca. La historia de dos primos que se matan por un pedazo de yuca, esa película nunca se editó completa. No sé ni dónde andan los roches. Yo actuaba y hacía música también. Por supuesto no era nada profesional, era un juego. A sí mismo hicimos varios cortometrajes con mis compinches de la época durante largo tiempo. No considero nada de eso algo destacable, a pesar de que tres de esos trabajos fueron emitidos por Señal Colombia. Algo bueno tendrán, pero para mí lo valioso de eso es la escuela que me dieron.

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DC: ¿A quién se le ocurrió primero la idea de poner tus canciones en el cine?

A mí mismo se me ocurrió. Pero quienes lo hicieron primero fueron Rubén Mendoza e Ivan Gaona, respectivamente.

DC: ¿Cuál canción tuya te suena más hermosa en cine? ¿Qué sensaciones te genera?

Ninguna. No hago las canciones de las películas paque suenen hermoso. Lo que tiene que existir es la película no la música. Nunca escucho la música de una película, a menos que sea una música mala. Solo en ese caso me doy cuenta de que hay música, de resto me concentro en ver la obra como una cosa compacta, no la separo en sus partes: fotografía, música, guion, etc. Y así mismo miro mis propias participaciones. No estoy enamorado de ninguna de mis canciones. No me pongo a masturbarme con ellas.

DC: ¿Me cuentas tu historia con Naranjas?

No tiene gracia explicar una canción. Las canciones y las novelas son mundos independientes. Uno tiene que creer que El quijote es real, y que El principito es real, y que el hombre araña es real. Pero le puedo contar que Naranjas nació de una sensación con la que me desperté una mañana: estaba extrañando a una mujer y no sabía quién era. Escribí ese primer verso y lo demás es carpintería.

DC: ¿Qué momento personal andabas pasando cuando la compusiste?

No recuerdo. Seguro estaba pasándola muy bien porque no recuerdo nada.

DC: Edson y Rubén Mendoza, ¿cómo ha sido la amistad artística?

Con Rubén compartimos una necesidad enorme de filosofar todo, de ponerle misterio a todo. Somos diferentes entre sí, pero nos encontramos por eso mismo. Yo me apoyo mucho en él cuando compongo paque me critique y me ayude a encontrar detalles. Yo también trato de acompañarlo en cada proyecto suyo, leyendo sus guiones o escuchando sus ideas, y muchas veces componiendo la música de sus trabajos.

DC: ¿De dónde saca Edson siempre canciones de desamor? ¿Es la piedra angular de la inspiración?

Ya nacimos tristes dice un verso de una canción mía llamada Barajas. Yo tengo una melancolía campesina innata. Es una cosa que viene con el combo. No sé de dónde sale. De niño ya sentía esa nostalgia de la vida. Es como una tristeza universal que a la final no es sino un motivo pa estar cagado de risa mientras no me duela una muela. Si no fuera por esa tristeza de la nada no sería músico. Sería político, de pronto.

DC: ¿Me podrías compartir alguna anécdota definitiva en tu vida que te haya sacado la música de tu interior?

No recuerdo ninguna. Lo definitivo me parece sospechoso. Nunca ha salido nada bueno de las anécdotas definitivas. Lo mejor que le puede pasar a uno en la vida es efímero y abstracto.

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