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RevistaDC.com
Archivo DC
En México, un joven de pueblo debe ganarse el derecho de vivir en un gueto dividido por fronteras invisibles; otro, en Buenaventura, termina involucrado en un negocio siniestro queriendo sacar a su familia del lodo; y una mujer filipina en Canadá se encuentra en medio de un conflicto de identidad. Hablamos con el director de X500, Juan Andrés Arango.
Por: Iván Darío Hernández Jaramillo
DC: Encuentro grandes ecos a Crash de Paul Haggis o las historias cruzadas de Guillermo Arriaga y Alejandro G. Iñárritu. ¿Fueron ellos una inspiración para la película?
Crash es una película interesante, pero siento que X500 está más cerca al cine de Iñárritu; especialmente Babel, una cinta que me parece plantea muy bien la idea de hacer que realidades opuestas dialoguen a través de un tema común. Esta película fue definitivamente una influencia para X500. Sin embargo, Babel recurre al fusil para ligar las historias; yo decidí no utilizar ningún artificio de este estilo.
DC: Viaja por México, Canadá y Buenaventura. ¿Qué lo llevó a unir historias tan potentes y retratos tan demoledores en sitios tan poco relacionados entre sí?
La idea de la película es explorar cómo una misma vivencia humana muta al interactuar con personajes y contextos radicalmente diferentes. Siento que esta tensión entre lo universal y lo especifico nos permite profundizar en lo que realmente representa la transformación, en el ser humano.
DC: ¿Cómo es dirigir en tantos idiomas al tiempo y mantener un hilo conductor tan parecido? El desespero en las elecciones juveniles, el entorno complicado para ellos…
Dirigir en tantos idiomas y en tantos lugares fue una experiencia súper estimulante. La película me brindó la oportunidad de trabajar con cuatro equipos locales y fue increíble descubrir esas formas diferentes de sentir y entender el cine. El reto fue tener la flexibilidad necesaria para aprovechar su sensibilidad y, al mismo tiempo, lograr impregnarlos con el espíritu general de la película.
Trabajar en varios idiomas fue también un reto, sobre todo en el caso del Mazahua y el Tagálog, que no hablo. Tuve un intérprete todo el tiempo a mi lado; y sí, ¡los actores se entienden a pesar de la lengua! De hecho, el protagonista de Colombia y la protagonista de Canadá se conocieron en el Festival de San Sebastián y ahora son muy buenos amigos.
DC: ¿Qué le hizo retratar las juventudes de estos sitios? ¿Cuáles situaciones lo movieron para desarrollar un proyecto tan íntimo y complejo?
Los espacios donde rodamos y las personas que los habitan fueron los inspiradores de estas historias. Para escribir el guion hice dos años de investigación en las tres ciudades. Pasé mucho tiempo en los barrios, observando lo que pasaba en las calles y hablando con la gente. X500 es una mezcla de estos detalles y estas historias, desde mi sensibilidad personal.
DC: ¿Cómo captar el lenguaje de los guetos mexicanos, los de Buenaventura y los de mayor desarrollo social como en Canadá?
Por un lado, fue esencial tomarme el tiempo necesario para observar los espacios de la película hasta sentir que captaba su energía; y por otro, dejar les una gran libertad a los actores naturales para que interpretaran las situaciones propuestas en la trama. Nunca les muestro el guion a los actores, ni los pongo a aprenderse los diálogos; busco la manera natural en la que ellos reaccionarían a estas situaciones, si las vivieran en carne propia. Esto enriquece las escenas con detalles frescos y les da verosimilitud.
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