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María del Pilar Lugo
Literatura
Bogotá
Por Esteban Hincapié Barrera
Jotamario Arbeláez ha sido uno de los escritores más aventureros y celebrados de Colombia. Ganador de premios, festivales y risas traviesas, fundador de un movimiento con el recordado Gonzalo Arango, revolucionó la publicidad en los años sesenta, recientemente se reeditó su obra reunida en el Fondo de Cultura Económica (FCE), públicamente falleció y resucitó.
En prisión, por José Ángel Leyva
¿Cómo nace Jotamario Arbeláez, el poeta?
Después de haber nacido para la vida al pie de una mesa de disección de paños, frente a la máquina de coser de su padre sastre y un paraguas de su mamá, nace para la poesía cuando el profeta Gonzalo Arango lo invita a hacer parte del nadaísmo y le rompe los poemas que había escrito hasta entonces.
¿Cuál es tu posición hoy, frente al panorama actual, nacional e internacional? ¿Qué se espera de este mundo sin reino?
Los nadaístas pensamos arreglar el mundo dado que le había quedado mal hecho a Dios. Pero también pensamos que era más coherente acabárnoslo de tirar.
Unos trabajaron en lo uno y otros en lo otro. No podemos decir que triunfamos en ninguno de los dos frentes, pero eso sí, le dejamos al mundo resmas de poemas de maravilla. Y la memoria de un movimiento que hizo alto en la historia.
¿Cómo Mi reino por este mundo llegó a esta concepción poética, que vincula a Cassius Clay, Marilyn Monroe, el vértigo, la risa, el erotismo y la aventura del ser? ¿Cómo fue la historia de sus reediciones?
Del setenta al ochenta no hice nada en Bogotá sino escuchar conciertos de rock y comer hongos con los hippies y mi mujer la Maga Atlanta, mientras forjaba la genialidad literaria de su niña María de las Estrellas.
La editorial de García Márquez, la Oveja Negra, abrió un concurso de poesía. Arreglé los borradores de poemas que portaba en mi mochila, encontré el título basado en una frase de Jesucristo, en un libro de Carpentier y en el grito de Ricardo III en la batalla de Bosworth: «Mi reino por un caballo». «Mi reino por este mundo». Le puse como epígrafe la exclamación de Cassius Clay en el ring: «Yo soy el más grande, yo soy el más lindo, yo soy el rey». E incorporé al poema a la Marilyn Monroe que me inculcó Ernesto Cardenal.
Gané el premio. Con base en él fui a dar a Macedonia, a un festival mundial de poesía, y acto seguido a dar la vuelta por Europa. Debía viajar de regreso el 26 de noviembre del 83 pero una irritación venérea me hizo perder el vuelo. En ese avión perecieron Marta Traba y un puñado de intelectuales.
En el 2020 retomé el libro y le agregué los poemas escritos entre el ochenta y el 2000. Mi amigo Armando Romero lo propuso a la Universidad del Valle y me hicieron una edición de lujo.
Simultáneamente la Gobernación del Valle me concedió el Premio Vida y Obra. El Fondo de Cultura Económica hizo una reedición que he venido presentando en las ferias del libro. Y en los últimos días he recibido en la Universidad Nacional, la Biblioteca Nacional, el FCE y la Casa de Citas el Reconocimiento al Legado Poético por parte de las Jornadas Universitarias y la revista Ulrika que dirige Rafael del Castillo. Algo así como recibir la gloria en vida, y lo digo sin exagerar.
Jotamario Arbeláez con la Catrina
Recientemente sucedió un episodio de resurrección de Jotamario Arbeláez. ¿Cómo sucedió?, si quieres contarnos…
Si me siento en la gloria es porque pasé por la muerte.
Los medios dieron a medianoche la noticia y personas que me amaban abrieron sus botellas de licor para llorar mi partida y cuando recibieron a las pocas horas la noticia de mi resurrección siguieron empinando el codo pero con exclamaciones de júbilo. Fue hermoso para un mortal ver cómo reacciona el mundo ante su desaparición real o ficticia. No le tengo miedo a la muerte.
He venido escribiendo sobre ella en los últimos años con desparpajo. Incluso cuento que paseando con ella por la campiña le he mandado la mano al culo. El día que venga a llevarme la sacaré primero a bailar merengue.
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